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El ADN pudo salvar a un ejecutado en Texas


Claude Howard Jones fue un hombre condenado a muerte en 1990 en el estado norteamericano de Texas por solamente una prueba: un pelo suyo yacía junto al cadáver de un asesinado. Diez años más tarde, la pena capital se cumplió, y se convirtió en el último ejecutado de la era de George W. Bush como gobernador de Texas.

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Ahora se ha descubierto que ese pelo no pertenecía a Jones, si no al dueño de la tienda que se atracó, Allen Hilzendager.

“Mi padre nunca dijo que fuera un santo, pero sí mantuvo que no cometió este asesinato. Espero que estos resultados sirvan como llamada de aviso. Si nuestra sociedad quiere seguir utilizando la pena de muerte, hay que arreglar algunos problemas serios en la justicia”, dijo el hijo del ejecutado al conocer la noticia.

Sin esta prueba que le condenó a la inyección letal, Claude Howard Jones habría recibido como castigo la cadena perpetua, si bien tampoco prueba necesariamente que no fuera autor material del crimen (sin embargo, las leyes de Texas exigen que haya pruebas físicas a las que atenerse a la hora de condenar a muerte). Jones tuvo un cómplice en esta historia, el cual coge fuerza para la teoría de que fue él quien disparó a Hilzendager, en lugar de Jones, que habría estado esperando en el coche. Un tercer cómplice, el que facilitó el arma a Jones, aseguró que este le dijo que había cometido el asesinato, pero luego retiró sus palabras alegando que las pronunció para asegurarse una menor condena.

Las pruebas de identificación de 1990 son obsoletas hoy día, pero en el año 2000, cuando las pruebas de ADN eran muy fiables, los fiscales defensores de Jones no consiguieron convencer a ningún jurado de Texas de volver a estudiar el pelo encontrado.

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